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Asterión

Soy Pako Neiman, vivo en Buenos Aires y me dedico a la instrucción y consultoría del Tarot desde hace más de quince años.
Recuerdo que logré hacerme de mi primer mazo, un Tarot egipcio de Kier (que hoy en día me aburre muchísimo) cuando cumplía quince. Le había dado muchas vueltas al tema y finalmente me lo compré. En mi familia no eran muy bien vistas estas "brujerías", ya que mi abuela, quien siempre leyó las cartas españolas, decidió abandonar y condenar estas artes cuando vio la muerte de su padre en ellas.

Al principio, yo creía que esas cartas tendrían algún misterioso poder que, evidentemente, no podía penetrar. Pasaron meses de frustración hasta que le insistí a mi abuela que me explicara cómo se podía "ver" algo en un simple conjunto de cartas. Los conceptos que me brindó fueron muy vagos, pues era una vidente, simplemente veía, y su técnica resultaba insuficiente para mi mente racional en desarrollo.
 
Fueron, entonces, largos años leyendo y estudiando sobre estas naipes repletas de símbolos, desde todas las áreas posibles. Historia, filosofía, física, kabbalah, gnosticismo, psicología. Todo lo que leía lo vinculaba con el Tarot. Cualquiera sea el libro que estuviera leyendo, cada página la garabateaba con comparaciones de arcanos. Y mientras más lo hacía, más comenzaba a entender el mapa. La vida entera, el universo, empezaban a ordenarse en un conjunto de 78 cartas. Y todo encajaba. Y cuando algo no lo hacía, un simple ajuste de símbolos podía resolverlo. Y el universo estaba en orden. Se volvía comprensible. Pienso ahora que, quizás, no habría sido sino mi imperiosa necesidad de control la que me llevó a refugiarme en el Tarot. Tener el mapa de un mundo que aparentemente estaba en caos.
Sin embargo, fue esa misma necesidad de control la que se convirtió, eventualmente, en mi mayor obstáculo para leérlo. Todo el conocimiento que había adquirido se volvió en mi contra, era una computadora humana, incapaz de percibir la certeza que proviene del vacío de información. Todo eran asociaciones y posibilidades.
Pasaron entonces otros largos años intentando soltar el control de este universo simbólico. Mi mente racional era tan poderosa que no dejaba lugar a la intuición. Y la razón, paradójicamente, engendra duda. La duda que antes era fortaleza, se había convertido en mi principal debilidad. 


Cursé la carrera de filosofía en la Universidad de Buenos Aires, astrología en el Centro Astrológico de Buenos Aires y comencé mi formación ocultista y de magia occidental en la Orden Hermética de la Aurora Dorada. Me instruí también de manera autodidacta en astronomía, mitología y la tradición psicológica occidental del S.XX, encontrando una gran pasión por la nueva cosmología de Richard Tarnas, quien junto a Ayn Rand, cambiaron mi vida.

Llegué a creer que nunca podría leer el Tarot, por más duro que lo intentara. Pero un día cualquiera, cuando ya me había rendido, jugando con unas cartas pude, repentinamente, ver un mensaje completo. Y lo vi, con claridad, con certeza. No había dudas. Brillaba ante mí un patrón coherente de símbolos, estético, bello. Y en mi cabeza ese patrón se convirtió en palabras. Y las dije. Todo ese conocimiento archivado tomaba forma orgánica. Y otra vez el caos se ordenó, pero también entendí que el orden se caotizaba. Para poder percibir el orden que existe detrás del "caos aparente" de la vida, necesitaba también entregarme al caos que existe detrás del "orden aparente" de mi mente. Dentro de mí, más abajo de la conciencia, había caos. Ese caos es el que me vinculaba con el caos del universo. Y en ese caos era libre del control; y en la libertad, el espíritu se manifiesta; y el espíritu es capaz de tener certeza.
Estos mensajes ocurrían alternativamente, inconstantes. Y luego fueron siendo más seguidos. Y para cuando quise darme cuenta, ocurren cada vez que tomo las cartas.
Con el tiempo llegué a desarrollar mi propio concepto de razón plástica, un nuevo tipo de razón capaz de sumergirse en el abismo del inconsciente y poder alternar entre ambos hemisferios; no comprometiendo su inestimable capacidad racional de discriminar entre especulaciones, miedos, conjeturas, ilusiones, pero siendo lo suficientemente flexible para navegar en un océano sin rumbo en busca de la verdad. En el caos habitan todas las formas sin condiciones, y sin una aproximación correcta, la verdad es comunmente confundida con la ilusión y, fácilmente, con el miedo o el trauma.

A veces olvido la profunda alegría que me produce leer el Tarot. Se volvió costumbre y dejo de advertir el largo viaje que fue llegar hasta aquí, y la satisfacción que me produce. En definitiva, cuando veo los patrones en las cartas, me conmueve y me sosega la belleza de saber que existe un universo integrado y coherente que nos atraviesa en todas las direcciones, rebosante de preguntas, y también de respuestas.



 

© 2022 Tarot de Asterión

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